Esta nación, de gente sencilla, inteligente, buena y trabajadora, que lucha por superar sus falencias en cultura ciudadana, ética y democracia, se destaca internacionalmente en diversos campos.Descuadernado desde hace décadas, nuestro país va de mal en peor y está desilusionado: siente desesperanza, confusión, incertidumbre, rabia, inseguridad, desaliento, indignación, angustia, resentimiento… ¿Qué otra cosa esperar si no se ven resultados contundentes frente a quienes se burlan cada día del Estado de derecho atentando en el campo y en las ciudades contra la vida y los bienes de las personas, contra las infraestructuras del país, contra la honra y los cuerpos de mujeres, niñas y niños, contra nuestros sosiego, decoro, dignidad y libertad? Violentos, criminales y vándalos de toda clase buscan atemorizar al pueblo, confinarlo al encierro, robarle el derecho a usar el espacio público y a caminar por las calles, los parques y los campos. Se financian con el narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión, el secuestro y cuanto delito existe, y mantienen en situación dramática a las comunidades campesinas, aborígenes y afrodescendientes, como son los casos de Cauca y Chocó. ¿Qué otra cosa se puede esperar sin dignas y correctas políticas de Estado para buscar salidas negociadas al conflicto? Los ilegales abusan, se burlan, mienten y se fortalecen. ¿Acaso pueden causar otro efecto las vacías respuestas del gobierno, repletas de discursos demagógicos, embusteros y carentes de acción práctica organizada? Hay incapacidad e incoherencia para enfrentar los males de siempre: abandono a la juventud, insuficientes oportunidades educativas de calidad, desempleo, depredación ambiental, arrasamiento de bosques, asesinatos de líderes sociales, inequidad, hambre, pobreza, dificultades de los más humildes -cotidianas y en las tragedias ambientales-, parálisis y enredos en salud, reforma agraria, situación fiscal y desarrollo económico, e impagables tarifas de energía en el Caribe. ¡Malditas la corrupción y la ineficiencia de la administración y el Estado! Hay herramientas institucionales y presupuesto para hacer muchas cosas en favor del pueblo, pero se dilapidan en robos, burocracias, despilfarro e incapacidad para gobernar. No hay estrategia para impulsar la autonomía territorial. Se envanecen diciendo que gobernarán desde el territorio, como si fuesen a viajar a colonias de ultramar en un acto de magnanimidad, y como si en lo local no hubiese capacidades y autoridades elegidas popularmente a las que sí les toca atender el día a día. El centralismo no tiene capacidad para resolver los problemas locales. Los gritos altisonantes de las extremas derecha e izquierda se turnan el micrófono. Los megáfonos más potentes, las minorías vociferantes y las bodegas productoras de falsas noticias de odio y resentimiento avasallan a la ciudadanía. Repugna que se desaten odios desde el poder político, los partidos o las redes, creyendo que las masas son ignorantes y manipulables. Las extremas se necesitan para alimentar entre ellas la dinámica que las lleva o las mantiene en el poder. Disfrazan en la estética de su pose radical la incapacidad para efectuar análisis concretos, dar soluciones prácticas a los problemas, formular diagnósticos profundos y cambios estructurales, porque no ven más allá de su desmedido afán de poder. No hacen buen uso de la academia ni de la técnica, ni siquiera de la sabiduría popular en beneficio del país. Buscan someter a la ciudadanía, hacerla carne de cañón en sus disputas por el poder y aplastar su libertad de pensamiento y su derecho a tomar decisiones y hacerse cargo de su propio destino. La gente, frente a sus problemas cotidianos, pone manos a la obra. Sabe que sin acciones concretas, bien pensadas, planeadas y ejecutadas, con solo gritos y alborotos, nunca se resolverán los desafíos del hambre, la violencia, la inseguridad, la discriminación, las inundaciones o los incendios. Ni el neoliberalismo, ni el estatismo ramplón, pueden solucionar los complejos problemas contemporáneos. Las extremas generan una fuerza centrífuga para absorberlo todo, dividir al país y dejar vacío el espacio del encuentro, la unidad y la reconciliación. Hiperpresidencialistas, caudillistas, centralistas y autoritarios, quieren un pueblo pasivo y subordinado que todo lo espere de quien está más arriba, con lo cual se desprecia y desaprovecha la riqueza que aportan millones de personas para la solución de los problemas del país. Las extremas manejan discursos ambiguos, deslizan amenazas veladas y se acusan mutuamente de planear acciones de fuerza, inundando el ambiente de temor. Movilizan a la ciudadanía en favor de sus afanes de poder propiciando malestares y disturbios y apelando a mentiras y fanatismos. Cuando dos toros pelean los que sufren son la cerca y el corral, dicen nuestros campesinos. La lucha de las extremas por el poder, el “quítate tú para ponerme yo”, ocasiona daños e inestabilidad. Una sociedad que da bandazos de una extrema a la otra es como un vehículo que no puede alcanzar la estabilidad. Cuando el conductor siente que va a estrellarse o desbarrancarse por un lado, pega un timonazo, pero sobrecorrige y al otro lado le aparece de nuevo el peligro. Esa oscilación incontrolada le impide marchar con rumbo y con ritmo. A pesar de todo, la ciudadanía ha construido un país con potencialidad y capacidad para alcanzar el tamaño de sus sueños: ¡Colombia es más! No está dispuesta a someterse a los bandazos y quiere pasar estas páginas oscuras. La juventud colombiana se debate entre la apatía, la desesperanza y la explosividad. Ha perdido la fe en las instituciones y se siente desamparada por el Estado. Su futuro se ha vuelto gris y su actividad política, en veces pasiva y escéptica, se torna explosiva en coyunturas desafiantes. El ímpetu juvenil no puede seguir siendo manoseado por la extremas. Es hora de transformarlo en el antídoto de los discursos incendiarios que exacerban los ánimos para finalmente acallar sus demandas casi siempre relacionadas con el quehacer democrático y la participación real. La mujer colombiana ha logrado avances como producto de sus luchas y se ha mostrado como una fuerza valiente, corajuda, a la que el patriarcalismo no puede avasallar. Su agenda continúa contra el feminicidio, la violencia doméstica machista y el acoso en los lugares de trabajo y estudio, y por el reconocimiento de igualdad cultural, social, legal y económica en lo que respecta a su trabajo, formal, informal u oculto, y a sus aportes a la sociedad. La mujer prohíja la vida, la paz, el perdón, la reconciliación y la convivencia. Mujeres y jóvenes, en cuyas manos reposa la suerte de la democracia, la paz, la libertad y el medio ambiente, han de dar el ejemplo y llamar al coraje al pueblo todo. Lo aparente encubre la verdad. Las extremas no son valientes sino facilistas. Lo atrevido es pararse firme como hizo el legendario Ulises amarrándose al mástil para no sucumbir al canto de las sirenas. Como lo hicieron Martin Luther King, Gandhi y Mandela, por poner grandes ejemplos de liderazgo positivo y creador que no pusieron cera en sus oídos pero se mantuvieron enhiestos frente a las falacias de las extremas. Este llamamiento es una invitación a la acción no violenta, a construir en verdad el país que soñamos y merecemos, a una insurrección pacífica de las almas y las mentes para rebelarnos contra la corrupción y los poderes políticos, económicos y sociales, cada día más alejados de la ciudadanía. El coraje es esa fuerza del corazón que nos libera, nos da confianza y nos impulsa a evolucionar y a luchar. El cambio comienza en el corazón y en la mente de cada cual. Debemos tener coraje para ser el cambio que queremos para nuestro país y el mundo. Como decía bellamente José Martí, “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía (…) Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado (…) Hay hombres que son peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso; la llama del Perú se echa en la tierra y se muere, [cuando se le] habla con rudeza, o [se ]le pone más carga de la que puede soportar. El hombre debe ser, por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama.” Ha llegado el tiempo de la re-evolución humana. Nada hay más poderoso que una idea cuando ha llegado el tiempo de esa idea (Víctor Hugo). Es la hora de actuar con coraje, desde el corazón, propiciando el cambio social a través del cambio de cada cual, resistiéndose al canto de sirenas de las extremas y apoyando las propuestas políticas que exhiban alto componente espiritual, social, ambiental, académico y ético. Hay que pasar esta página oscura: ¡Colombia es más! ADENDA DE PUNTOS PROGRAMÁTICOS A ESTE LLAMAMIENTO:Claro está que hay que enarbolar ideas, programas, proyectos y propuestas concretas. Pero ningún programa tendrá validez si no es el producto de una gran participación ciudadana. Por lo anterior, y sin la menor pretensión de exhaustividad, señalamos una serie de puntos que han sido decantados en la práctica del debate político de los últimos tiempos, así este haya sido abigarrado y merezca mejores conducción y metodología, y el liderazgo distribuido de centenares de mujeres y hombres a lo largo y ancho del país:
NOTA: en las páginas web de ¡Colombia es más! Se abrirán espacios de participación para ampliar, enriquecer y validar estas propuestas. |
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